Escenas de una vida






Existe una novela de Chejov admirable. Es en un pequeño distrito ruso. Me acuerdo poco. Hay un pequeño funcionario amargo, completamente amargo que va al baile ofrecido por el general del distrito. Su mujer se ha puesto bella, y él va diciendo en el camino: “Oh, está bella”. Y se siente cada vez más miserable, cada vez más lamentable. “Ella es bella, es bella a pesar de todo”. Pero lejos de que eso le dé una especie de orgullo, de alegría, le provoca odio: “Eres bella. Tu, puta, eres bella”. Y va al baile y se da cuenta de que su mujer está radiante. En absoluto por malas razones inconfesables y vergonzosas, sino porque está feliz. Por una noche ella es feliz. Entonces él se dice en su rincón: “No voy a perderte”.

… Entonces él se dice: “Vas a ver, vas a ver…”. Ella esta transformada, está transformada… Él le dice: “Ven, ven, tengo algo que decirte. ¡Esto no puede seguir!¡Has coqueteado con el capitán!”. “No, no”, dice ella, que ni siquiera sabe quién es el capitán. No ha hecho nada. “Sí, sí”. Y el comienza a elevar la voz. “No, no hagas escándalo” le dice ella en pánico. “Bueno, partamos inmediatamente”. Ella le dice: “Te lo suplico, te lo suplico, nunca te he pedido nada en mi vida, déjame una hora más”. Entonces él la sujeta bien y dice: “No, no, no. ¡Hago un escándalo!”. Ella parte. Camina, y él se pone un poco atrás. Ella llora y él la observa desde atrás. Y a medida que ella camina, su silueta se desploma, y él conoce una alegría intensa. “La tengo, la tengo”...



Deleuze "En medio de Spinoza", Editorial cactus


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