La verdad y los signos



La equivocación de la filosofía consiste en presuponer en nosotros una buena voluntad del pensar, un deseo, un amor natural de lo verdadero. Por eso la filosofía sólo llega a verdades abstractas que no comprometen a nadie y no trastornan nada.

Solo buscamos la verdad cuando estamos determinados a hacerlo en función de una situación concreta, cuando sufrimos una especie de violencia que nos empuja a esta búsqueda.

Sobre pocos temas ha insistido Proust tanto como éste: la verdad nunca es el producto de una buena voluntad previa, sino el resultado de una violencia en el pensamiento. Las significaciones explícitas y convencionales nunca son profundas; sólo es profundo el sentido tal como está envuelto, tal como esta implicado en un signo exterior.


En "Proust y los signos", Gilles Deleuze

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